Para los ojos comunes todas las noches son iguales, pero no lo son algunas noches poseen una plétora de estrellas, otras en cambio salpicadas de ella, muchas son satinada con un manto de estrellas, algunas coronadas con una luna y en ocasiones sin ella.
Ni tampoco el color negro de la noche es igual solo basta ver el celaje. Algunas noches son tan oscuras como el ébano. Otras oscuro como el pelo negro de una bella mujer. Además dependiendo de la hora en que las mire se podrá ver más degradado el salpicado de la estrellas.
Si hablamos de la luna el cambio es más notable desde sus fases hasta sus hermosos cambio lunares amarilla, blanca, rojiza y azulada. Adornada con estrellas de colores variados, brillos diferentes como que podrían definir su fuerza, se define las diferencias de las personas. Que si las miras desde muy lejos todos son iguales. Pero si nuestras almas brillaran como estrellas serian de colores variados y brillos muy diversos, los enamorados con un tono rosa. Los soñadores serian verde, los emprendedores brillarían de morado y los tristes serian con un brillo blanco.
Pero hay algo que si es igual todas las noches y que pasamos por alto. Y son los ojos con los que vemos al cielo en una noche salpicada de estrellas pues no le pedimos prestados los ojos a nadie para ver las. Las vemos con nuestros ojos y reflejamos con la mirada su belleza.
Son nuestros ojos que miran y nuestro corazón que nos dice que algo es lindo o tierno, y la razón para ver al cielo tampoco es la misma pues en ocasiones vemos al cielo para pedir un milagro, en otra ocasiones miramos al cielo para ver si Dios se acuerda que existimos. En ocasiones se mira al cielo pensando en el pasado. O por un suspiro. Para dejar caer una lagrima suicida en silencio. También es lo último que algunos alcanzan a ver antes de partir. Esto me lleva a una pregunta ¿podre ver una noche salpicada de estrellas después que muera? De no ser así he de disfrutar cada noche. Y no volver a decir que una noche salpicada de estrellas es igual a una sin ellas.
